Depardieu

LA GRAN evasión de Depardieu contiene aspectos estrafalarios y pedagógicos. Especialmente en materia de geografía, pues hemos descubierto gracias al «grand tour» del actor ¿francés? la existencia de la República de Mordovia, que limita con la república de Chuvasia y que ha agasajado a Pantagruel con bailes regionales, un cargamento de vodka y la propuesta de desempeñar el cargo de ministro de Cultura.

Inevitable acordarse de Sopa de Gansoy de los Hermanos Marx. El propio Groucho, caudillo de Libertonia en la pugna territorial con Sylvania, convierte en ministro a Chico por razones accidentales y se apresura a confiarle los secretos militares: «Aquí tiene los planos de guerra. Valen tanto como su vida. Es decir, muy poco».

Depardieu va camino de convertirse en un personaje de vodevil o en una atracción circense. Tiene razón cuando denuncia la dimensión cleptocrática del Estado francés, pero la pierde con la insumisión a los tribunales -fue rescatado de la moto con una tasa de alcohol cinco veces superior a la permitida- y cuando se aviene a emplearse como una marioneta geopolítica en el ajedrez de Vladimir Putin.

De hecho, el presidente ruso se ha apresurado a otorgarle el pasaporte porque la adopción de Depardieu representa un argumento impertinente en la guerra fría de París y Moscú. Putin recluta al símbolo universal del cine francés. Y lo hace además cuando el antaño protagonista de Cyrano, Germinal, el Conde de Montecristo, Obélix y Danton ha estrenado en plan iniciático y sumiso la biopic de Rasputin. O Ras-Putin.

Depardieu no parece percatarse del ardid diplomático. Ni parece entender que Rusia haya pretendido desquitarse a costa suya de los reproches con que Francia cuestiona el compadreo de Putin en Irán y el cinismo en la prolongación de la crisis siria.

Sarkozy había sintonizado con el putinismo por estrategia y megalomanía, pero resulta que el relevo de Hollande y sus escrúpulos éticos respecto a la voracidad del caudillo ruso han implicado un severo replanteamiento estructural de las relaciones bilaterales.

Depardieu persevera en su papel de títere colosal en el país de los soviets. Ignorando que es precisamente en la República de Mordavia donde Putin tiene encarcelada a la estrella de las Pussy Riot.